Seis hermanas, si señora, seis. Somos seis hermanas.
Seis amigas muy unidas, seis confidentes, seis cuñas de una esfera terrestre.
Por lo tanto tengo cinco hermanas a las que amo eternamente, aunque una de ella
parezca algo ausente…
A las cinco las adoro por igual, relacionándome con
cada cual de forma diferente, y no comprendo porqué será siendo todas de papá y
mamá…
A una siempre la admiré, pero jamás pude contarle
cosas de mujer. El pudor y la vergüenza detuvo mi lengua cuando alcancé la
adolescencia, sintiendo a veces la necesidad de hablar de sexualidad,
reprimiendo y sellando mi boca en una hipocresía prudente, como si no supiera
de amor, besos y pasión, haciéndome la tonta, la inocente y la beata ante ella,
inspirándome todavía aquél respeto. Y no es que a ello no se prestara,
comprendiendo cualquier tema, no, es que me da un no sé qué, que no lo puedo
explicar, y no sé por qué será…
A otra, ¡ni se me ocurre! No le cuento nada de nada,
sintiéndola como un ojo clínico, criticando cada movimiento, escarbando en lo
más profundo de mí, tan sólo para ver, los peores defectos de mi ser,
inspirándome tal desconfianza y desasosiego, que incluso hasta la temo, y no es
que ella sea así, pero sí me lo parece a mí, y no sé por qué será…
A la otra tan sólo le cuento la mitad de mis
sentimientos, sobre todo los honestos, sabiendo de antemano que entenderá los
más feos. Quizás su talante serio y recto, hace que tema el que me pueda
juzgar, deteniendo mi corazón abierto, pues no la quisiera defraudar, pero
llegado el momento, le cuento un cuarto más, y si me apura, hasta la otra
mitad, aclarando y justificando cada latido, poniendo los puntos sobre las íes,
quedándome tranquila perdida, y es que ésta hermana mía saca lo mejor de mí,
inspirándome tal confianza y seguridad, que me empacha de cariño y de paz, y no
sé por qué será…
A esta otra, le cuento mis más íntimos sentimientos.
Quizás su buena predisposición a no enjuiciar, haga que mi lengua se desate,
arrancando de cuajo todos esos pecados que están en lo más recóndito del ser
humano, exponiendo mis más viles defectos al sol, sin vergüenza alguna, sin
temor de nada, descarnándome viva, desgarrando mi alma secreta, deseando de
contarle detalladamente con pelos y señales, explayándome toda enterita toda,
confiándole mi vida rastrera, inspirándome una comprensión y tolerancia sin
límites y no sé por qué será…
A la más pequeña le cuento lo que quiero, un poco de
aquí y otro poco de allá, mezclando unas historias con otras, haciendo un
revoltijo de mil demonios, relatando las cosas de tal manera, que ni yo misma
me entero, riéndonos a rabiar, y es que esta hermanita mía me inspira un no sé
qué, que no lo puedo ni explicar…
A los tres chicos no les cuento nada de nada.
Al mayor lo he idolatrado como si fuera un dios casi
toda la vida, inspirándome un respeto grandísimo, haciendo que me esforzara
siempre por hacer las cosas casi perfectas, tan sólo por sentir su aprobación,
y no sé por qué será…
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