Llevaba más de un mes sin saber nada
de él, pensando las peores cosas del mundo, toda yo era un demonio
maldiciéndolo una y mil veces…quería verlo arrastrado a mis pies, rogándome de
rodillas una nueva oportunidad... No podía comprender por qué aparecía de
repente, y desparecía después durante varios días seguidos, aunque otras veces
me decía a mí misma, que algo muy fuerte y poderoso lo retenía. Sea lo que sea,
me desesperaba y siempre llegaba a la misma conclusión. Que ya no me quería,
que se había cansado de mí, y que tenía una amante. Era como si me echaran cal
viva en las entrañas y me transformaba en una serpiente venenosa con ganas de enredarme
por su cuerpo y devorarlo todo entero… ¡Hala, que se vaya a tomar viento
fresco! No estaba dispuesta a dejarme avasallar por mis propias conjeturas.
Tenía que salir de compras, y me puse una falda muy cortita, por encima de las
rodillas, de esas estrechas que marcan la silueta de manera muy sugerente, y una
camiseta roja que estaba de escándalo de guapa y atractiva, pues a pesar de mi
edad, todavía hacía estragos entre los hombres, y no es por nada, pero eso que
me digan piropos por la calle, me entusiasma y me sube la moral… hasta que lo
vi caminando frente a mí… Se quedó boquiabierto, parado, mirándome de arriba
abajo, comiéndome con los ojos, esperando un gesto cariñoso, una palabra
amistosa…un suave beso y en soplo diciéndole te quiero, ¡como si yo fuera una
santita y sumisa mujer! Me ponía de los nervios, no lo podía soportar, pero él
nada, ahí quieto, sabiendo lo que me gustaba esa forma de mirar…Lo miré
desafiante, y con los brazos en jarras, sacando pecho y con los labios apretados
le dije gritando en silencio…¡Te odio…te odio…! Me di la vuelta con un tortazo
de melena al viento, así, como si fuera un latigazo en el aire que iba directo
a su cara…Al momento cerré la puerta con un golpetazo, que hasta retumbaron las
paredes y los cristales de las ventanas temblequearon con unos restadillos, que
por poco no saltan por los aires hechos añicos…tal era la furia que me
embargaba…¡Se acabó, se acabó! Me dije para mis adentros…Estaba dispuesta a
empezar de nuevo, cerrar el libro para siempre, pasar página y punto… Tengo que
retomar las riendas de mi vida y decirle adiós a ese hombre que me tiene las
horas malditas y empezar de nuevo a vivir…pues…me estaba oprimiendo el
corazón…Ya no podía más, era una batalla donde sólo podía ganar yo y para eso
me tenía que alejar… pues…Esto de estar tan enamorada de un hombre como lo
estaba yo, desde el año la nana, era de lo más devastador para mi alma. Mi
corazón latía a la velocidad del trueno cada vez que lo veía aparecer, y si no
lo veía me sentía desfallecer…Era mi amante, mi esposo, mi fiel hombre al que
conocí cuando era una jovencita tierna y recatada…No paraba de tirarme los
tejos y de decirme lo bonita que estaba, me esperaba a todas las horas del día
hasta que me encontraba…Era tan atractivo y guapo que me enamoré desde el
primer día que lo conocí, no me lo podía quitar de la cabeza…Joven, alto, ancho
de hombros…tenía un aspecto de lo más varonil, un morenazo de aquí te espero,
además le asomaban unos ricitos negros por el pecho que me volvieron loca de
pasión…¡madre mía de mi vida…! Me encandiló los ojos y el cuerpo…Desde el
primer beso quedé prendida de su boca y su piel…Toda una vida queriéndonos, y
mira qué locura la mía, después de tantos años juntos, a la vejez viruela…¡Ay por
Dios! Me he vuelto celosa y posesiva…pues…Tengo miedo que ya no me mire como
antes, como cuando era una jovencita…hay tantas chicas guapas por ahí…Y por eso
no paro de coquetear y tontear con otros hombres delante de él, para que nunca
me pierda interés… Al otro día, ya valiente y respirando hondo, me fui a
caminar sola por ahí, quería encontrar mi libertad… estaba harta de ser esclava
de su amor…pero… Como se lo imaginó, vino corriendo hacia mi encuentro con sus
brazos de fuego… Míralo, ahí está, como siempre, sonriéndome con esa mirada
diabólica que me vuelve loca, loca… ¡qué paciencia tiene conmigo! No lo hagas,
por Dios, no lo hagas que me rindo…no puedo con éste hombre, no puedo…Me
enamora con sus gestos de pasión y las manos extendidas hacia mi cuerpo…el corazón
se me sale del pecho…se me desboca y ya no atino, no sé qué hacer…Lo miré a los
ojos, de frente y sentí todo el peso de la soledad de su llamada que emanaba
por cada poro de su piel, y me aferré a su cuerpo como si se me fuera la vida
en ello...Te quiero, te quiero…No paraba de repetir…Sé que estás con otro
aunque jamás me lo dirás…No puedo dormir por las noches siempre pensando en ti,
las veinticuatro horas del día te tengo metida en mi cabeza…Me dijo que me
amaba, que vivía junto a mí cada segundo de su existencia…Tenía la voz
entrecortada, parecían lágrimas a punto de salir, quizás un llanto contenido
roto en mil suspiros ansiosos por escapar del alma…su alma… Era una voz triste,
apagada, como si fueran los quejidos de su padecer…apenas un susurro aleteando
alrededor de mis cabellos me hizo pensar el gran vacío que habitaba en su
interior…Lo miré sonriendo… Qué bonita eres, me dice… qué preciosidad de mujer…Me
quiere a reventar… No me canso de mirarlo, es el más guapo del mundo para mí...Ya
no tiene el pelo tan negro, ni el cuerpo tan esbelto…ya le platean las sienes y
ya no anda tan ligero, pero cuando lo miro, veo a ese jovenzuelo que me enamoró
con sus besos de fuego… Y por eso temo perderlo, porque para mí es como si
nunca hubieran pasado los años, quedándose el tiempo parado en aquél beso que
unió nuestros labios, sellándolo de por vida como una poesía escrita con sus
horas y sus días… Y juntos caminamos de la mano,
sintiéndome más suya que nunca, lo mismo que aquél lejano día del pasado, ahora
presente siempre, siempre…sabiéndole mío hasta la eternidad, y entre pinares me
abrazó todo el cuerpo, con fuerzas y con ansias, como si tuviera miedo a
perderme…Le llené la boca de besos locos y hambrientos, todos sedientos por
hartarse de mí, como si estuviera poseída por esa agonía insaciable por
morder…Bésame siempre como un loco…ya sabes…como me gusta a mí, de esos
retorcidos con lengua…le decía cada vez que podía respirar...y se me quedaba
mirando todo enardecido de pasión… Dámelos todos vida mía que los necesito
todavía…Empezó a besarme con lujuria y me entregué a su cuerpo con rabia y
furia, sin testigos…solos nosotros dos… Si tú supieras lo que te quiero…venga
sigue…no pares, que no se resistan ni tu boca ni la mía…Si tú supieras que eres
el único hombre que quiero con hambre y con fuego…si tú supieras que desde
aquél dichoso día no soy la dueña de mi vida…desde que éramos jóvenes, y a
pesar de los años, aún te veo tan guapo vida mía, aunque andes lento y hasta un
poco encorvado…aunque tengas el pecho bajo, como tú sueles decir…¡Ay esa
barriguita…! Le digo siempre acariciándola…Estoy tan locamente enamorada de ti
amor mío, es tanto lo que te amo que apenas la noto cuando me abrazas, incluso
cuando me alzas hacia arriba para sentirme toda entera toda… demasiado tiempo juntos,
padeciendo y queriéndonos, y a pesar de la
edad de los encantos, cuando besa mis labios es igualito que ese muchacho joven
al que conocí hace más de cuarenta años…Y por eso tan sólo le pido al Dios de
mi credo, que en mi último aliento, tus brazos rodeen mis hombros, con mi
cabeza pegada a tu pecho, y mis labios besando tu cuello, mis ojos mirando tu
rostro, y que me beses el pelo y me digas junto a la oreja…Tú eres mi reina…tú
eres mi reina...
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