Pasaste por mi lado como un extraño,
como si no te hubiera conocido, después de haberte querido tanto, hoy me
pareciste un extraño...Tanto me quería que de miedo huía…Eso era lo que siempre
me decías, ¡mentira cochina! Simples excusas de cobardía, no querer enfrentarse
a la realidad, porque esto que yo siento es auténtico y real, ¿te enteras? Es
una aventura llena de misteriosas competiciones, donde cada obstáculo es pura
pasión de vida, y ni la edad ni la razón entran en reflexión. Son los miedos,
tus miedos...Puros miedos que te invaden cuando me ves tan salvaje, expuesta a
cualquier ataque y al que bloqueo con la mirada de los sueños...Y por eso me
veo caminando de nuevo bajo un cielo gris, triste y apagado. Hace un frío tan
grande que no me deja pensar que otra vez me ha vuelto a dejar tirada como a
una perra. Tan sólo la furia recorre mi cuerpo llenándome la cabeza de malos
sentimientos. Apenas unos cuantos transeúntes tapados hasta las orejas se
cruzan en mi camino, a los cuales sorprendo mirándome con insistentes
preguntas…¿Dónde irá ésta tan temprano y con éste frío que pela? ¡Qué rabia
tengo! ¡Me da un coraje! Se va a enterar éste pollo, pero, ¿qué digo pollo ni
ocho cuartos? Si es un gallo ya bien crecidito y ¡con espolones! Me dan ganas
de machacarlo, ¿qué se habrá creído? Éste no me va a ver más el pelo. De buena
gana lo dejaba para siempre, ¡vaya que sí! Pero no puedo, es una fuerza
sobrenatural que me embarga la mente, y aunque ahora mismo tenga todos los
demonios invadiéndome por dentro, en el momento que los escupo, se me estremece
el alma y hasta me lo como a besos…Y esta fuerza que me arrastra y me eleva, me
lleva a tus brazos…Quiero estar contigo y nada más…Ven, vuela alma mía, que
quiero sentir de nuevo tu boca en mi cuello recorriéndome la garganta con los
suspiros de tu deseo, y el duelo de mordiscos con la viperina de mis besos…Es
como un gran fuego que me quema las entrañas, si, si, eso debe ser porque
siento hasta el humo salir por cada poro de mi piel. Y él que lo sabe vuelve a
mis brazos armado con su camión de bombero y lo apaga con el chorro de sus
besos…Es una espiral de llamaradas donde la brisa de mi alma se deja llevar por
la fuerza huracanada de su viento, y sólo necesito aire fresco para avivarlo
con las letras de mis sueños…Por eso le dije adiós segura y sin titubear. Seguí
mi camino sabiendo que me seguiría, pero no se va, está ahí, quieto, débil,
indeciso, mirando la nada. Es incapaz de volverse y dejarme marchar porque sabe
que si se va, ya no me tendrá jamás y yo que lo sé lo arrastré hasta un
callejón estrecho y oscuro y me lo llevé a mi terreno. Se quedó con la mirada
interrogante, observando las húmedas paredes...¡Vaya sitio tan bueno! ¿Cómo
sabes tanto? ¿Cuándo lo has descubierto? ¿Acaso vienes muy a menudo? Conozco
estos sitios porque cada vez que camino miro por todas partes, cada rincón
oscuro y lugar estratégico y cuando descubro un banco escondido entre
matorrales, me imagino sentada contigo a horcajadas, ¿sabes? Sí, sí, como las
parejas esas que se entrelazan en un abrazo y no sabe de quienes manos ni
piernas, y sus bocas son dos lapas adheridas a las rocas…Te comería a besos ahí
mismo, y otras cosas que me callo para no escandalizarte, por eso conozco estos
sitios…Es como si tuviera las antenas del deseo colocadas en cada poro de mi
cuerpo que me alertan y me hablan…Ven, vente a revolcarte conmigo…Me lo quedé
mirando con una sonrisa burlona y llena de picardía insinuándole que no era la
primera vez que atajaba por el callejón aquél, donde las huellas de mis pasos
sobre el suelo se podían entrever, y el rastro de mi cuerpo en las paredes
manchadas con mi piel...Y él ni corto, ni perezoso, me seguía a la par,
dejándose mecer por cada latido de mí ser, mientras decía…Sé que te voy a
perder, te voy a perder…Seguí adelante y justo en medio me planté frente a él,
y mirándolo a los ojos le pregunté…Dame tan sólo una razón para que yo vuelva a
tus brazos...Te quiero, te quiero…¡Calla! ¡No sigas mintiendo! Y no envenenes
más mi mente ni mis debilidades, que tú lo único que quieres es esto que tengo
entre cañaverales…Me enardecía la pasión de su mirada…Era un pasadizo que daba
hacia otra calle, pero tan estrecho que en la mitad no se veía ni torta. Me paré
en seco y me lo comí a retazos con mis locos besos. No daba crédito a tanto
derroche de sentimientos, donde con cada latido, mi alma desbocada le exigía
nuevas mordidas en mi garganta. No supo retenerme, no tenía fuerzas para
acallar lo que mi lengua viperina le ordenaba dentro del laberinto de sus
entrañas, hasta le atravesé la nuca con suaves aleteos suspirándole...Tú eres
mi hombre…Nadie más que tú para calmar la agonía de los duendes del bosque de
mi vida…Le gritaba en el oído despiadados y húmedos besos de pasión. Mi alma
salía reclamando total entrega, avivando el leño con la chimenea de mi cuerpo.
Las chispas de fuego se dispararon a lo largo del callejón, recorriendo todo el
pasadizo con suaves humaradas de pasión, donde cada vértebra de mi cuerpo se
estremecía con el aire fresco de sus besos…
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