lunes, 29 de diciembre de 2014

FUEGO ENTRE CAÑAVERALES.- (MICRORRELATO)



Pasaste por mi lado como un extraño, como si no te hubiera conocido, después de haberte querido tanto, hoy me pareciste un extraño...Tanto me quería que de miedo huía…Eso era lo que siempre me decías, ¡mentira cochina! Simples excusas de cobardía, no querer enfrentarse a la realidad, porque esto que yo siento es auténtico y real, ¿te enteras? Es una aventura llena de misteriosas competiciones, donde cada obstáculo es pura pasión de vida, y ni la edad ni la razón entran en reflexión. Son los miedos, tus miedos...Puros miedos que te invaden cuando me ves tan salvaje, expuesta a cualquier ataque y al que bloqueo con la mirada de los sueños...Y por eso me veo caminando de nuevo bajo un cielo gris, triste y apagado. Hace un frío tan grande que no me deja pensar que otra vez me ha vuelto a dejar tirada como a una perra. Tan sólo la furia recorre mi cuerpo llenándome la cabeza de malos sentimientos. Apenas unos cuantos transeúntes tapados hasta las orejas se cruzan en mi camino, a los cuales sorprendo mirándome con insistentes preguntas…¿Dónde irá ésta tan temprano y con éste frío que pela? ¡Qué rabia tengo! ¡Me da un coraje! Se va a enterar éste pollo, pero, ¿qué digo pollo ni ocho cuartos? Si es un gallo ya bien crecidito y ¡con espolones! Me dan ganas de machacarlo, ¿qué se habrá creído? Éste no me va a ver más el pelo. De buena gana lo dejaba para siempre, ¡vaya que sí! Pero no puedo, es una fuerza sobrenatural que me embarga la mente, y aunque ahora mismo tenga todos los demonios invadiéndome por dentro, en el momento que los escupo, se me estremece el alma y hasta me lo como a besos…Y esta fuerza que me arrastra y me eleva, me lleva a tus brazos…Quiero estar contigo y nada más…Ven, vuela alma mía, que quiero sentir de nuevo tu boca en mi cuello recorriéndome la garganta con los suspiros de tu deseo, y el duelo de mordiscos con la viperina de mis besos…Es como un gran fuego que me quema las entrañas, si, si, eso debe ser porque siento hasta el humo salir por cada poro de mi piel. Y él que lo sabe vuelve a mis brazos armado con su camión de bombero y lo apaga con el chorro de sus besos…Es una espiral de llamaradas donde la brisa de mi alma se deja llevar por la fuerza huracanada de su viento, y sólo necesito aire fresco para avivarlo con las letras de mis sueños…Por eso le dije adiós segura y sin titubear. Seguí mi camino sabiendo que me seguiría, pero no se va, está ahí, quieto, débil, indeciso, mirando la nada. Es incapaz de volverse y dejarme marchar porque sabe que si se va, ya no me tendrá jamás y yo que lo sé lo arrastré hasta un callejón estrecho y oscuro y me lo llevé a mi terreno. Se quedó con la mirada interrogante, observando las húmedas paredes...¡Vaya sitio tan bueno! ¿Cómo sabes tanto? ¿Cuándo lo has descubierto? ¿Acaso vienes muy a menudo? Conozco estos sitios porque cada vez que camino miro por todas partes, cada rincón oscuro y lugar estratégico y cuando descubro un banco escondido entre matorrales, me imagino sentada contigo a horcajadas, ¿sabes? Sí, sí, como las parejas esas que se entrelazan en un abrazo y no sabe de quienes manos ni piernas, y sus bocas son dos lapas adheridas a las rocas…Te comería a besos ahí mismo, y otras cosas que me callo para no escandalizarte, por eso conozco estos sitios…Es como si tuviera las antenas del deseo colocadas en cada poro de mi cuerpo que me alertan y me hablan…Ven, vente a revolcarte conmigo…Me lo quedé mirando con una sonrisa burlona y llena de picardía insinuándole que no era la primera vez que atajaba por el callejón aquél, donde las huellas de mis pasos sobre el suelo se podían entrever, y el rastro de mi cuerpo en las paredes manchadas con mi piel...Y él ni corto, ni perezoso, me seguía a la par, dejándose mecer por cada latido de mí ser, mientras decía…Sé que te voy a perder, te voy a perder…Seguí adelante y justo en medio me planté frente a él, y mirándolo a los ojos le pregunté…Dame tan sólo una razón para que yo vuelva a tus brazos...Te quiero, te quiero…¡Calla! ¡No sigas mintiendo! Y no envenenes más mi mente ni mis debilidades, que tú lo único que quieres es esto que tengo entre cañaverales…Me enardecía la pasión de su mirada…Era un pasadizo que daba hacia otra calle, pero tan estrecho que en la mitad no se veía ni torta. Me paré en seco y me lo comí a retazos con mis locos besos. No daba crédito a tanto derroche de sentimientos, donde con cada latido, mi alma desbocada le exigía nuevas mordidas en mi garganta. No supo retenerme, no tenía fuerzas para acallar lo que mi lengua viperina le ordenaba dentro del laberinto de sus entrañas, hasta le atravesé la nuca con suaves aleteos suspirándole...Tú eres mi hombre…Nadie más que tú para calmar la agonía de los duendes del bosque de mi vida…Le gritaba en el oído despiadados y húmedos besos de pasión. Mi alma salía reclamando total entrega, avivando el leño con la chimenea de mi cuerpo. Las chispas de fuego se dispararon a lo largo del callejón, recorriendo todo el pasadizo con suaves humaradas de pasión, donde cada vértebra de mi cuerpo se estremecía con el aire fresco de sus besos…

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