Dicen las malas lenguas que cuando una persona se aleja de tu
lado y no la vuelves a ver, al final la dejas de querer, y eso es exactamente
lo que me ocurrió cuando te marchaste de mi ser…pues…Me enamoré de un señor que
no paraba de cruzarse en mi camino, en el mismo sitio y a la misma hora, ¡qué
casualidad! Se ve que los hombres usáis las mismas técnicas para conquistar a
una mujer, más o menos como empezaste tú conmigo que a todas las horas del día
me tirabas la caña hasta que piqué…Quizás ahora estés echándosela a otra mujer,
no lo sé ni me importa, porque…Ya te eché al olvido desde que te has ido, y en
mi cuaderno de notas voy escribiendo a golpes de latidos señales y vestigios…Pura
epopeya laberíntica, donde la metáfora cobró vida en el dialecto universal de
la rutina de cualquier señora de mi edad al verse sumergida en un romance irreal…
pues…Sin besos apasionados jamás podría subsistir en éste mundo cruel y real
dónde sólo mandan las órdenes del clan, como te ocurre a ti...Quizás ya te
hiciste mayor…Son corazonadas y presentimientos que me invaden alejándome de
ellos y acercándome a las fantasías de mis sueños, porque…¡Qué bonito es querer
con todas las fuerzas del amanecer! Y en el atardecer también oyendo la lluvia
caer tras los cristales, y al anochecer, ¡madre mía de mi vida…! Era el
recorrido de los gritos cuando me hacía suya bajo la lluvia, empañando los
cristales de suspiros y gemidos…Mil besos bailoteando alrededor de mi cuello, y
ahora rota la garganta con el llanto contenido que se rompe en la tormenta que
empaña las mentiras de su caña…Que arde y quema las pestañas de sus ojos
mirándome el rostro…Serpenteando mis labios entre sus piernas con el veneno de
mi boca…y mi lengua que…Entregada toda entera hasta el alba con los besos de mi
alma…Esos besos y abrazos apasionados que se quedaron atrapados en los
encuentros furtivos de los jaramagos, piden ahora clemencia y justicia para que
jamás sean rescatados de la tierra donde fueron sepultados…Murmullos y sonidos
me trae el viento a través de sus lamentos…Estaba caminando cuando lo vi de
frente…Me llevó a su casa, me invitó a tomar café y me dijo…¡Qué bonita eres! Me
lo quedé mirando titubeando, insumisa…Sabía que en pocos minutos estaría en sus
brazos…Me miró a los ojos y me preguntó si estaba segura de que quería estar
allí de esa manera…Sí, le dije…Lo estoy deseando…Desde lo más profundo de mi
alma quería atraerlo para besar su boca, nada más que eso, luego me iría y
jamás volvería a verlo…Quería salir de aquella habitación, que se acabara ya e
irme lejos, lo más lejos posible, pero cuando quise darme cuenta lo tenía detrás
de mí rodeando mi cintura. Me besó los hombros…Apenas sentí el roce de sus
labios, un cosquilleo recorrió mi cuerpo…Creo que lo notó porque al momento me
desabrochó el sujetador y me sentó en su cama…Se arrodillo en el suelo y me
quitó los zapatos con tal delicadeza que no opuse resistencia…Se llevó un pie a
los labios y me miró a los ojos como si me pidiera permiso para seguir
adelante…Le sujeté la cabeza con mis manos y lo arrimé a mi boca y lo besé como
si fuera mi último aliento, y eso fue lo que encendió la mecha, porque al
decirme…Besas muy bien, me lo comí a besos…Arropada en la oscuridad de la
noche, me entregué a las caricias de sus manos, esas manos que enamoraron todos
los sentidos de mi carne y desataron mi lengua en un derroche sensual de mujer
fatal, susurrándole al oído insinuantes y atrevidos delirios de pasión,
destapando mi alma hasta el amanecer…Sigilosamente me enredé en la maraña de sus
rizos, mordisqueando cada pedacito de piel como si fuera un caramelo con sabor
a café, y entrelazando mis piernas alrededor de su cuello, se abandonó a los placeres
de la cosa nostra, que como mafiosos del contrabando nos enriquecemos con las
caricias furtivas tras los obstáculos de la vida…Y entregado a mi cuerpo, te
dejaste atrapar con la intensidad de mis sentimientos, desbaratando mil
emociones entre los encajes de mi tanga, siguiendo los latidos de mi corazón
hasta la perdición de su voz…Fueron los besos más ardientes y deseados en aquellos
días de lluvia, amándome con prisas y sin calma, a lo loco y a la brava,
dejándose querer con todas las ansias de mi ser…Y me viene al recuerdo en estos
momentos las veces que tú me decías…¡Cómo me gusta besarte bajo la lluvia con
los cristales empañados y a la deriva! Y antes de darme cuenta,
salí corriendo en tu busca, allí donde se quedaron sepultados nuestros besos y
abrazos bajo los jaramagos, y cuando llegué, tan sólo había una margarita
rodeada de espinas de un tallo erguido como diciendo…Tú ya no te escapas de mi
vida…
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