Dicen las malas lenguas que cuando se desconfía de la pareja
es porque el desconfiado fue infiel…El ladrón cree que todos son de su condición…Verdad
debe ser, que cuando me acusabas que estaba con otro era porque tú ya habías
estado con otra mujer, y aunque siempre lo negabas, nunca te creí, y… ¿sabes
que te digo? Que haces bien y si ahora ya no me quieres, te diré una cosa…No
merezco tu amor…Y por eso estoy aquí…Triste y apagada, haciéndome mil preguntas
del porqué nunca tuviste el valor de decirme adiós…pero…Tranquila y relajada
porque ya eran muchos los sobresaltos que me causabas con tus cambios de
actitud, haciéndome daño, tratándome como si fuera un trozo de carne para luego
volver, y yo que estaba loca por tu querer me entregaba con todo mi cariño, mis
besos, mis palabras locas…Después me dejabas tirada sin una palabra, una
sonrisa, un gesto cómplice de amor…Una vez te paré en medio de la calle y te
pregunté…Si no me quieres porqué me besas y abrazas…Y tú me contestaste…Porque
te echas en lo alto mía, me agarras y me llevas hasta tu cama…Me quedé con la
boca abierta…o sea… Que soy yo la que te incito a estar conmigo, ¿no? ¡Madre mía
de mi vida…! ¡Qué poca delicadeza hacia mi persona, mis sentimientos…! No sé ni
cómo he podido seguir tanto tiempo con él…Debe ser que estaba ciega de amor y
no veía la realidad…No, no, miento. No quería verla por miedo a perderlo…Estaba
enamorada… Seguí mi camino sin volver la cabeza…pero…Pasado unos días volvías
reclamando mis caricias y mis abrazos y yo cedía… Lo amaba con todas las
fuerzas de mi ser…No sé cuando empezó toda la decadencia de mi amor, pero hubo
un momento que una tenue sospecha se instaló en mi interior con la sutileza de
la desconfianza. Fue como un flash, una instantánea, un rayo de luz, una chispa
que cruzó mi mente y a partir de entonces nunca más volvió la tranquilidad a mi
corazón…empecé a sentir temores, miedos, recelos, ya no confiaba en él…pues…A
veces lo sentía titubear, otras no aparecía, se tiraba días y semanas sin venir
a verme y cuanto más pensaba, más me dolía el alma, y por eso…Estoy perdida
buscando mis lágrimas, unas lágrimas que no quieren salir brotando de mis ojos…No
las encuentro y las necesito para llorar, me hacen falta para
desahogarme...Quiero saber dónde está, por qué me hace el vacío, por qué no me
dice la verdad…quizás sin darme cuenta yo misma la descubrí al echar de mi boca
una mentira tan vil…Quizás se nos acabó el amor de tanto usarlo, como decía la
letra de aquella canción…Demasiados besos y abrazos, demasiados celos…demasiadas
ataduras…Demasiadas verdades escondidas tras la mascarada de tu vida…pues…Si tú
no das palos de ciegos nunca, a mí no se me escapa una porque las cazo al vuelo,
al instante y al momento, y hasta ahora no me he dado cuenta porque…Estaba
enganchada a ti…Siempre fui la malquerida, la arrastrada, la ilusa, la que más
quería, la inocente que se creía todo lo que me decías…Lo amaba, pero nunca es
tarde si la dicha es buena…pues…Ya me desenganché…Me siento libre y con toda la
vida por delante y aunque ya tengo mis años, aún sigo suspirando…Y mira por
donde, de repente lo conocí…Iba caminando con mi cuaderno de notas, como
siempre, atrapando frases al viento, lágrimas de mujeres enamoradas que como tú
y yo seguimos viviendo en una pompa de jabón…Me encanta mi pompa espumosa y
aunque explota cuando cae al suelo, mientras vuela es de mil colores y se
muestra traslúcida y brillante, lo mismo que esas libélulas que tienen luz propia…Era
un hombre delgado, ni alto ni bajo, con el pelo canoso, ya tenía sus años, como
yo…Se me quedó mirando a los ojos y algo sucedió dentro de mi alma, que el corazón
me dio un revolcón…Me cedió el paso por una acera estrecha y muy transitada de
gente, de tal manera que me rozó un poco el hombro y sentí un airecillo cerca
de mi pelo…era su respiración, cálida y fresca…Me entró un no sé qué en el
pecho que hasta se me notó la alegría, porque tanto él como yo volvimos la
cabeza y una sonrisa cómplice nos delató…Seguí andando y en el cruce de la
carretera me paré ante el semáforo en rojo…Vuélvete, mírame…Oí sus palabras en
mis oídos…Disimuladamente miré hacia atrás y ahí que seguía él observándome descaradamente.
De repente lo veo caminar hacia mí…¿Lo conozco? Le pregunté…Sí, nos conocemos de
toda la vida del barrio…Lo siento, no lo recuerdo…Se quitó las gafas oscuras y
entonces lo reconocí…Era el chico del banco donde años atrás iba a sacar
dinero…¡Vaya, qué casualidad! Dicen las malas lenguas que nada ocurre por azar,
y que cuando una persona se cruza en tu camino es por algo, que todo está
predestinado, no lo sé ni me importa, pero en éste momento de mi vida, pensaba
que el dios de mi credo me lo había puesto delante de los ojos para que saliera
de éste encierro, ésta esclavitud… pues…Esclava de mis sentimientos me sentía
desde que le dije que no merecía mi amor, arrancándole la verdad que escondía
tras la mascarada de su vida…
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