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Cuando pasaron cinco años me incorporé al trabajo. Las niñas estaban creciendo y Adam empezó a enfermar de los nervios, convirtiéndose poco después en un esquizofrénico, teniendo que delegar todo el negocio en mí. Me saqué el carnet de conducir, ya que mi trabajo consistía en trasladar a enfermos del riñón hasta Avignon para la diálisis. También varios títulos relacionados con todo lo que conlleva una ambulancia. Tenía un teléfono portátil, llamado busca, para estar localizada en cada momento. Después un móvil. Con el tiempo me convertí en una experta. Era la jefa de todo el personal y de siete ambulancias, llegué a tener quince. Lo mismo conducía que llevaba el papeleo. Nos forramos de dinero.
Empecé a rodearme de la gente más próspera del pueblo, incluso salía
esporádicamente en las noticias locales. Organicé bailes casi todos los sábados,
para de alguna manera captar nuevos clientes. Tenía cuarenta y dos años. Me
encontraba en todo mi apogeo. Estaba pletórica de esplendor, así que decidí
echar mano de mis armas de mujer seduciendo a los hombres ya maduritos, de tal
manera que cada vez éramos más ricos. Abandoné un poco a mis hijas que estaban
en una edad peligrosa, pero era tanto mi afán por hacer dinero que me olvidé de
la madre y saqué a relucir la mujer de negocios y sin escrúpulos. Tan sólo
pensaba en el futuro, y en ese futuro no entraba Adam. No sentía nada por él.
Ya no teníamos relaciones sexuales, me asqueaba verlo siempre con las pastillas
y la botellita de agua, además no hacía nada. Se levantaba por la mañana se ponía
la camisa floreada y unos pantalones cortos que estaba para matarlo de feo.
Después se iba a ver a su amante que era gorda y fea, pero que tenía una buena
delantera y eso es lo único que le atraía de las mujeres. Quería abandonarle, pero
no sabía cómo. Cuando le hablaba de separarnos, me amenazaba diciéndome que
antes me mataba y me dejaba tirada en la calle. Yo sabía que lo haría por que
entonces estaba loco de remate y si algún día conseguía hacerlo de verdad, jamás
iría a la cárcel por que llevaba algunos años yendo a un psiquiatra que
seguramente declararía en su favor. El caso es que por una cosa u otra seguí al
pié del cañón. Todo el santo día trabajando, mientras las chicas se hicieron
unas mujercitas preciosas, que salían y entraban con toda clase de amigas y
amigos. Reconozco que ni siquiera sabía cómo eran sus amistades, tan enfrascada
como estaba en el negocio, cosa mal echa por mi parte y ahora en éste momento
lloro de impotencia al comprobar que de nada me sirvió tanta agonía, total, ¿para
qué? Aquí todos llegan con las manos vacías y en pelota picada… ¡Vaya! ¡Qué
frase más graciosa! Se habrá cruzado con mi aliento, en mis tiempos se decía
como Dios lo trajo al mundo. Reconozco que está un poco desfasada… Hoy hay aquí
tal revuelo de gente, parece ser que ha habido una enorme riada en un Camping, por
Huesca, el famoso Camping de las Nieves y algunos enfermeros que corretean con
camillas por los pasillos han gritado: ¡Ha sido un tragedia, si, si, una tragedia en Biesca! Ahora que lo
pienso, entonces estaba yo muy cerca de allí… Fue una de las veces que fui con
las niñas…
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