viernes, 31 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- EL REGRESO.- Capítulo Diecinueve.- Segunda Parte.-




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A los dos años de estar allí conoció al que ahora es su marido y tuvieron dos hijos. En cambio, yo seguía en casa de mis padres, aburrida y con las manos vacías. Sin nada. Tenía veintinueve años y el panorama que se me presentaba era de lo más desolador. Las cosas eran muy distintas desde que yo me casé. La vida había cambiado mucho. La mayoría de mis amigas ya estaban casadas y con niños. Esta deprimente soledad no la soportaba y tenía ganas de volar, de salir, de vivir la vida. Echaba en falta algo. Si, el amor. El amor de un hombre. Nunca he sabido estar sin él. 
Una mañana triste de invierno, se presentó el cartero con una carta. El matasellos era francés. Me pilló de sorpresa. Adam era el último hombre en el que yo hubiera pensado que se iba acordar de mí. Lo había olvidado por completo. Cuando abrí la carta, apenas podía entender lo que decía, pero como en el instituto había elegido el idioma francés, cogí mi antiguo diccionario y poco a poco pude descifrar, que estaba aprendiendo español, porque quería venir a mi país para perfeccionar el idioma.  No es que me diera una alegría desmesurada, pero como entonces no tenía nada que hacer, le contesté como pude que me parecía bien. A la semana siguiente recibí otra carta y detrás de esta llegaron más. De manera que para comprenderlas mejor, le dije a mis padres que quería aprender idiomas, y mi madre como era la que continuamente decía que el saber no ocupa lugar, enseguida me dio el dinero. Entonces yo dependía completamente de mis padres, ya que nunca quise nada de Rafael, por que me parecía un abuso de mi parte, y menos ahora que me había enterado que tenía dos hijos. De esa manera empezamos una relación de carteo. En la academia británica conocí a gente de mi edad, y mi vida dio un cambio radical. El profesor era nativo de Inglaterra, y nada más verme sé que le gusté. Al principio me llamaba mucho la atención eso de ser extranjero, pero después le di de lado por que su físico no era de mi agrado. Max, que así se llamaba mi profesor, era de mi misma edad, y estatura. Tenía el pelo rubicundo, con la cara coloradota y algunos granos. La chica de al lado, que luego nos hicimos muy amigas, estaba loquita por él, pero al darse cuenta que pasaba de ella, se pegó a mí, y no me dejaba ni a sol ni a sombra. Por eso nos hicimos muy amigas. Adela, que así se llamaba, era mayor que yo tres años. Era baja y fea, más bien poquita cosa, pero era una mujer tan buena que me ganó. La pobre venía todas las tardes a buscarme y a contarme lo enamorada que estaba de él, y lo que sufría. Adela quería que yo le hablara de todas sus cualidades a Max para que se fijara un poquito más y le pidiera salir. Cosa que hice durante todo el curso, ya que aparte de ser el profesor, era amigos de sus alumnos, sobre todo mío, por que estaba loquito por mí. Casi todos los sábados quedábamos para ir a bailar, y tan sólo una vez me dejé besar, cosa que me arrepentí más tarde, por que al enterarse Adela se enfadó mucho conmigo y estuvo unos días sin mirarme a la cara. Luego le expliqué que no significaba nada para mí, además ya le dije bien clarito a Max que nunca podría amarle y desde entonces quedamos como buenos amigos. Como no quería perderme de vista, salíamos los tres juntos, y poco a poco se fijó en Adela. Al final se casaron.

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