viernes, 3 de mayo de 2013

A TRAVÉS DE TI.- CORAZÓN ROTO.- Capítulo Séptimo.- Cuarta Parte.-




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El caso es que pasé casi todo el invierno encerrada, sin hacer nada de provecho. Ni siquiera iba a las clases de corte y confección. Desde que Julia se fue, ya no era lo mismo. No tenía ilusión por nada ni por nadie. Entonces, mi madre, haciendo alarde  de su cultura popular, repetía una y mil veces, que el saber no ocupa lugar y que una mujer de provecho tenía que estar preparada para todo en la vida para resolverse bien, y que ella sabía escribir a máquina con todos los dedos de la mano, y tecleando en el aire, se daba la vuelta. En una palabra, quería que aprendiera taquigrafía y mecanografía, y por darle gusto me apunté a una academia que estaba en la otra punta de la ciudad. De ese modo empecé a codearme con gente que no tenía nada que ver conmigo, o sea de mi entorno, ya que siempre he vivido en pabellones militares, y entre ellos mismo había mucha distinción social, sobre todo, los oficiales que siempre han sido muy engreídos y miraban a los suboficiales por encima del hombro. En cambio, allí las chicas y los chicos eran de clase más humilde. Más simpáticos y cercanos. Entonces conocí a Carmen y a Candelaria, hijas de una modista que había enviudado cuando eran niñas, y me hice muy amigas de ellas. Eran alegres y divertidas, siempre se estaban riendo y a mí me vino muy bien ya que estaba pasando por unos momentos muy deprimentes. También tenían un hermano de quince años que el pobre nada más verme se enamoriscó, y cuando llegaba a su casa se liaba a hacer tonterías típicas de la edad para llamar mi atención. Gabriel, que así se llamaba mi adolescente enamorado, estaba terminando el bachillerato y una tarde mientras esperaba que sus hermanas terminaran de arreglarse, se sentó a mi lado y me dijo muy seriamente que cuando acabara el instituto, se iría a Madrid para estudiar la carrera de medicina por que quería curar a todos los enfermos del mundo. Lo dijo con tal firmeza que, sonriéndole le creí capaz, de eso y de más…Cuando Carmen y Candelaria estuvieron listas, éste se marchó precipitadamente a su habitación.
Un domingo por la tarde que estábamos bailando en casa de una de las compañeras de la academia, conocí al hijo de un pescador guapísimo, del cual me enamoré.
Si, me enamoré, me gustaba mucho, y empezamos a salir. Antonio, que así se llamaba el hijo del pescador, venía a esperarme a la salida de la academia y poco a poco empezamos una relación de amigos y después de casi novios. Digo casi por que, aunque me encantaba por que era muy guapo, había algo que no me llenaba del todo. Hablaba muy mal, apenas sabía escribir. Eso es algo que siempre me ha preocupado, no lo podía remediar. Además siempre olía a pescado ya que tenía que ayudar a su padre en las faenas del mar, y por mucho que se lavara, ese olorcillo a sardina no se le iba ni con lejía. A veces hasta tenía escamas pegadas en las manos, ¡me daba un coraje! No lo podía evitar. Decidí salir con él por entretenerme, por pasar el rato, por que estaba más aburrida que una ostra y punto. ¡Vaya, qué fuerza tiene esta frase! …Y punto. Se nota que es determinante. ¡Que no hay más que hablar! La desconocía por completo, bueno, no, porque cuando era una adolescente respondona, mi madre me decía gritando, ¡te callas y te das un punto en la boca! ¡Y chitón! La verdad es que daba el mismo resultado. El caso es que hoy hay aquí una afluencia de heridos enorme. Las ambulancias no paran de salir y más llegan. Parece ser que ha habido una colisión de trenes y entre los graves y los muertos, las quejas se entremezclan con mi aliento y a veces hasta me enredo entre ellos…
Al principio estaba muy contenta y entusiasmada 
 con las cosas que me contaba de cuando salía a faenar, pero luego empecé a aburrirme, además eso de que era hijo de un pescador, la verdad es que me hacía pensar. Entonces yo era tan superficial, que medía a las personas por lo que tenían, no por lo que eran, y aunque me gustaba mucho, al cabo de dos meses lo dejé. Lo siento. Lo siento ahora que estoy en este infinito avatar, donde todo el mundo es igual. Aquí no hay distinciones de clase, ya que la gente llega como vino. En cueritos vivos, bueno, no, más muertos que vivos, pero en pelotas picada, ¡otra vez! Así que para no hacer más daño, me quité de la academia y volví a estar como al principio. Dejé de salir.

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