jueves, 15 de noviembre de 2012

EL PARTE DE LAS DOS Y MEDIA.-

Mi hermano el mayor, Juan, nació en el año de mil novecientos cuarenta, y como todos los chicos de su edad, daba muestra de una gran rebeldía, lo que ocasionaba muchas discusiones con mi padre, hombre recto y autoritario...
¡La tuna! ¡Ya viene la tuna cantando por las calles de Ceuta! ¡Qué guapo estaba mi hermano vestido de tuno! Con su traje negro y la capa al viento, con una escarapela de cintas de colores que mi madre le había cosido al hombro. Por las noches se paraban todos los tunos a cantar debajo de los balcones y las chicas ruborizadas se asomaban a verlos. Mi hermano parecía un saltimbanqui con la pandereta, otros tocaban la guitarra, y un solitario cantaba: "Calvelito, clavelito, clavelito de mi corazón..." Mientras los demás lo coreaban...
Mi hermano siempre estaba estudiando en su cuarto. Iba al instituto, justo al lado de los pabellones militares, donde nosotros vivíamos, en La Puerta del Campo. A los catorce años tuvo un percance con la policía, por solidarizarse con sus compañeros, ya que al vivir tan cerca, no necesitaba coger la camioneta, pero los que vivían más lejos si, y al subir de precio, todos los estudiantes de Ceuta hicieron boicot, andando y gritando por la calle, rompiendo papeles y estrellando tinteros contra las paredes. Así que detuvieron a mi hermano y lo llevaron a la policía interrogándole insistentemente si pertenecía a algún partido comunista, ¡pobrecillo! Toda la santa noche declarando que era inocente, hasta que llamaron a mi padre, el cual le dijo que no tenía nada que ver con nadie. Finalmente regresaron a casa, por supuesto sermoneádole por todo el camino, eran muy diferentes....
Sentados alrededor de una gran mesa de madera, toda tiesa, cuadrada y de patas rectas, cuchara y tenedor mirando la olla, deseando de acabar la bendición. Las manos unidas, codo con codo, cada niña guardando la compostura muy quietecita en su silla, los ojos mirando hacia abajo rezando el Pan nuestro de cada día... con fervor y unas risillas... Mi madre mientras tanto mezcla oración con caldo, vaciandao el gran cucharón en los platos, dejando un rastro en el mantél de hule a cuadros azul y blanco, y por lo alto grita Amén con un coscorrón para dos o tres...
A las dos y media mi padre pone la radio para oír El Parte, y ¡hala a comer! De repente mi hermano Juan hacía un comentario, dando su opinión sobre lo que se oía en la radio, totalmente en desacuerdo con mi padre. Al momento se enzarzaban en una discusión, ¡cada vez las voces eran más altas! ¡Yo sentía un miedo horroroso! No os podéis imaginar cuánto sufría. Eran muy diferentes. Mi padre, militar, idolatraba a Franco. Mi hermano, estudiante revolucionario, se encaraba con él diciéndole: - ¡Es un dictador! ¡Un tirano! ¡Un golpista! - ¡Por favor, cállate ya, por favor, por favor! - Me decía para mis adentros temblando, ¡asustada perdida! ¡aterrorizada! No, no exagero ni un ápice. Esto es real como la vida misma y os juro con toda mi alma que yo sufría. Sufría con todas las fuerzas de mi ser mientras no paraba de llevarme la cuchara a la boca, apenas levantando la mirada, con la cabeza casi pegada al plato, igual que todos mis hermanos, en aquellos momentos ya éramos ocho, pues faltaba el último por nacer, pensando cosas terribles...
De repente un arrastrar de sillas hacía que mi corazón diera un vuelco, ¡parecía que se me iba a salir del pecho! Era un ruído que ensordecía el silencio atemorizado de nuestras mentes infantiles, imaginando las peores cosas del mundo...No sé... sentía como una punzada en mi vientre que atravesaba todo mi cuerpo, y en mi pecho un galope de caballos, brincando y brincando, y un nudo en la garganta... Quería gritar, quería decirles que se callaran... No se acababa nunca, ¡parecía que se iban a pegar! ¡qué miedo... qué miedo! Estaba muy asustada, ¡el corazón me temblaba! Yo no entendía nada de nada, Para mí el Generalísimo Franco era como Dios, por que lo decía mi padre... Mi hermano insistía diciéndole que había dado un Golpe de Estado, y que nadie podía hablar claro, pero que los estudiantes cambiarían el mundo... La palabras guerra, hambre, rojo, patria comunistas, cara al sol, Carrillo, falange y José Antonio Primo de Rivera y no sé qué más cosas se dijeron, pero cuando mi hermano dijo que los policías mataron a un poeta sólo por ser mariquita, eso fué el no va más, mientras en la radio, una voz grave y seria no paraba de hablar hasta que terminó con el Himno nacional...

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